5º Encuentro Quórum Osa Mayor
Tras
haberse revelado La Verdad de las profundidades del Ser y haber realizado una
intensa y amorosa concienciación de Todo aquello que Somos, podemos cerrar la
Puerta del proceso evolutivo kármico y caminar en dirección al siguiente
proceso en el que se va a revelar La Sabiduría. Para que esto pueda ocurrir,
tiene que haberse cerrado completamente la puerta de nuestro pasado, sólo así
podremos sentir que ha llegado el momento de penetrar completos en el siguiente
paso, y que éste nada tiene que ver con la forma de pensar y sentir que hemos
vivido en la etapa anterior.
En
el increíble horizonte cósmico, en estos momentos puede divisarse la gran
proximidad de las fuerzas espirituales encarnantes, que están dispuestas a
regresar a nuestro espacio/tiempo, con la intención de portar consigo las
semillas, que contienen los vectores que sólo podrán desvelarse, cuando se
atraviesen los puentes cuánticos – lo que conocemos como viejo puente – de este
modo se preserva toda similitud con estadios de conciencia anteriores, que
pueden adoptar sistemas de resonancia no deseados.
Los
Misterios que encierra nuestra preciosa Constelación de la Osa Mayor, sólo
podrán ser desvelados paulatinamente, debido a que no siempre la mente está en
disposición de “ver” con claridad aquello que tiene ante sí.
Existe
un vínculo en estos precisos instantes, que está siendo visible ya, para muchos
Navegantes. Ahí constataremos La Sabiduría adquirida a lo largo de nuestra
rica, extensa y mágica andadura.
Dicho
lo cual, es nuestra Responsabilidad, tomar Conciencia de la importancia de
integrar la resonancia cósmica que se va a derramar en Nuestro Sagrado Corazón,
durante Todo este trabajo que conlleva el anclaje en el Ser Multidimensional.
Este
proceso de concienciación, no tiene sentido realizarlo, si antes no se ha hecho
un profundo trabajo con La Verdad de Nuestro Corazón, sin este paso, La
Sabiduría no tiene forma de ser revelada.
En
el 4º Universo Experiencial - el que se conoce como la Raza Raíz Atlante – es
en el que el Alma, va a verter el tesoro alcanzado en la completitud de su Ser,
de modo que el proceso de Entrega, es decir, el beneficio dador del proceso
conciencial, va a significar la conexión con el Sagrado Potencial del Ser, ese
que quedó oculto en la experiencia atlante, tras que el falso poder, se
apoderara del proceso evolutivo. La denostación de la herida del Alma, es vital
para que La Sabiduría fluya por los códigos ciegos de nuestro ADN y al hacerlo,
vibre en resonancia con el ADN Cósmico, que ya está enviando la masa crítica de
Amor Incondicional, alcanzado por el gran trabajo realizado por el Logos
Planetario, respecto al Inconsciente Colectivo.
Alcanzada
esta fase ascensional, es el momento de conectarnos con El Gran Maestro
Melkizedec y con la Orden de los Arquitectos de Luz, así como con sus
precursores, los Templarios, esos guerreros incansables que entregan su
existencia a la revelación del Amor de Dios Padre/Madre.
Cuando
esta conexión se realiza con éxito, sólo entonces daremos con La Gran Maestra
Heneas-Hathor y con la Orden de las Hathor, así como con sus precursoras, las
Hathor-Anunciadoras, que sostienen los Oráculos de todo proceso de Vida, no
permitiendo que nada respecto a los planes trazados, se pierda. Ellas
sacrifican su existencia y su familia, con el único objetivo de que Toda Vida,
alcance la Belleza que se desprende del Corazón de Dios Padre/Madre.
Navegantes…
feliz viaje…
Comenzamos…
Concentrados
y en silencio, nos conectamos con la Multidimensionalidad del Ser. Sentimos
como cada fase, cada plano, cada ritmo y cada átomo, se convierten en una
Unidad indisoluble. El Corazón del Planeta y el nuestro, sostienen ahora y para
siempre, idéntico ritmo. Así mismo y muy lentamente, nos integramos en el ritmo
cósmico y nos permitimos fluir en él. Sentimos como somos guiados por el
Espíritu. Sentimos una gran dicha por ello.
(pausa)
Nuestro
Espíritu nos quiere mostrar algo que permanece oculto en nuestros Akásicos. Para
ello nos conduce a un lugar muy lejano en el tiempo, tanto que nos puede
parecer que regresamos al útero materno. Nos permitimos viajar a través del Tiempo,
mientras disfrutamos de las múltiples sensaciones que nos despierta la
inmensidad del Corazón que trazó estos planes, para nuestra riqueza.
(pausa)
Un
silencio infinito nos envuelve, hemos llegado…
Sentimos
como a cada paso que damos, un crujido estalla bajo nuestros pies. Al mirar,
advertimos como estamos caminando sobre un manto de hojas secas, caducadas,
acabadas de desprenderse de sus ramas, de las ramas del antiguo árbol que les
dio la Vida. Nos giramos. Verificamos como atrás estamos dejando un infértil
árbol. Podemos observar el robusto tronco que nos abasteció de toda su fuerza.
Pero ahora se ha quedado vacío, desnudo, sin nada. El episodio en el que
protagonizó la historia de nuestra Vida, ha finalizado. Hace ya mucho que
perdió las flores y el fruto. Todo tiene que comenzar de nuevo, desde cero. Nos
quedamos mirándolo fijamente, colmados de Amor por ese episodio y por todo lo
que en él sucedió. Cuando conseguimos aceptar TODO con Amor, podremos comprobar
como el tronco se convierte en polvo que es amorosamente absorbido por la Madre
Tierra. Entonces, sus raíces estallan, hasta tal punto que se incendian,
quemando todo aquello a lo que se sentía arraigado. Tomamos conciencia de que cualquier arquetipo
sostenido por nuestra mente y que ya no forma parte de la nueva experiencia de
Vida, también ha muerto.
Nos
quedamos en silencio, permitiéndole al Corazón sentir lo que este proceso
representa para nuestro Ser.
(pausa)
Algo
precioso nos espera. Nos permitimos decir adiós. Continuamos caminando y
comprobando como a cada paso que damos van desapareciendo las hojas, el suelo
se torna blanco irisante, casi cristalino, desconocido, nuevo, como por
estrenar. Todo ha quedado atrás. Casi sin darnos cuenta hemos cruzado el umbral
de la Puerta que estamos abandonando. Sólo nos resta por hacer un último gesto.
Tomamos conciencia de lo que ello representa, asimos la maneta de la Puerta e
inundados de Paz, la cerramos definitivamente. Nunca más la podremos volver a
abrir. Esa es la Ley.
Acabamos
de cerrar para siempre el episodio del que fuimos auténticos protagonistas.
Sentimos que no hay nada, que hemos dado este paso vacíos de cualquier arraigo,
de cualquier apego, de cualquier dependencia que nos tuviera condicionados.
Somos seres libres. Intentamos movernos en ese espacio que ahora ocupamos. Se
nos hace extraño. La Luz lo invade Todo, pero aun así nos sentimos perdidos,
sin saber qué hacer ni a donde ir.
Nos
encontramos en “Tierra de Nadie”, un lugar muy especial por el que estamos
obligados a transitar tras cada episodio de Vida. Ahí, en este lugar, disfrutamos
de Ser y de Conocer quiénes somos, tras haber muerto como quienes éramos. Nos
toca hacernos de nuevo, aprovechando toda la experiencia generada en el
episodio anterior. Tomamos asiento en ese suelo irisado, pese a sentir que no
nos queda nada, que no tenemos rumbo, que no sabemos que tenemos que hacer, pese
a todo ello… nos sentimos plenos. Sentimos que lo tenemos TODO, que no
necesitamos NADA, más que a nosotros mismos y TODO nuestro Saber.
Y así
en ese silencio recitamos lo que brota de dentro:
“Hoy,
ya fuera del Tiempo, inmerso en la soledad de estas pocas palabras, puedo
gritar que estoy vivo. Vivo para continuar muriendo. Pues es ahora la muerte
algo que ni tan siquiera temo. Hoy que he dejado atrás TODO lo que fui, tomo
las riendas de mi Vida, envejecido, macilento, surcando todas y cada una de las
mágicas cunas que el Cielo puso, para que no nos rindiéramos nunca.
Te
miro y puedo ver tus lágrimas, surcando un cercano aroma de rosas que embriaga.
Cuando siento cada una de tus notas, NADA se me apaga, sólo un prisma de malva
porcelana, crece ante mi mirada, sabiendo que NADA de lo que existe nos
pertenece.
Viajo
hacia lo desconocido. Cuando oteo, imagino sombras, pero AHORA sé que no son nada
de eso. Son esferas, que repletas de Amor Verdadero, están esperando que llegue
el ansiado momento, ese en el que únicamente el Destino, te mira atentamente y
te lanza un grito, diciéndote:
-
Vente. Ven conmigo. No temas, no existe más
laberinto que mi Mar plagado de Vergeles de Olivos.
Es
entonces cuando le respondo del mismo modo gritando:
-
Voy contigo.
Me
sumerjo entonces en los finos piélagos para no ser nunca más visto. Ahí es
donde siento que estoy completo, que estoy SOLO contigo”.
Una
gran sonrisa interior nos invade y cuando esto ocurre, aparece alguien.
Escuchamos
el sonido de unos cascos que se acercan. Parece que es un Caballo quien viene a
recogernos.
(pausa)
Nos
sentimos emocionados. Nuestra Gran Alma reconoce esta simbología, es pura Magia,
la que estamos viviendo. Vemos aparecer al Caballo. Observamos como es, su
pelaje, su melena, sus Ojos, su forma de trotar mientras sigue acercándose
hasta la “tierra de nadie”. Cuando llega a nuestra altura, relincha con alegría.
Lo acariciamos con dulzura, le preguntamos su nombre. Tras que nos hayamos
presentado, subimos a su lomo, es el momento de vibrar mucho más allá. No
sentimos ningún miedo, todo lo contrario. Sentimos a nuestra Alma libre,
desapegada de aquello que la tenía atrapada.
Conforme
nos vamos sintiendo más completos, más rápido comienza a cabalgar el Caballo.
Casi sin darnos cuenta, advertimos como podemos surcar el Cielo a nuestro
antojo.
Somos
el jinete, que guerrero va en busca desde hoy y para siempre de aquel que
naufragó. El mismo guerrero que porta su propia Luz a todos los rincones donde se
tercie.
No
tememos nada, pues ya hemos superado todo aquello que tenía que ver con el
tener. Ahora, es la intención de mostrar la Sabiduría de Dios, la que nos
mueve. Esa es la única intención que se sustenta en nuestro Corazón. Cruzamos mares
de agrupaciones estelares. Son preciosas Constelaciones que al pasar cerca de
ellas, nos hacen enigmáticos guiños, parpadeando. Nos dan la bienvenida, pues
cada Navegante que consigue surcar el Cielo es un aprendiz más de la Gran
Escuela de la Vida.
Podemos
distinguir de repente algo en el Cielo, que atrae poderosamente nuestra atención.
Se trata de un lugar muy conocido para nuestro Ser. Vibramos de alegría. Hemos dado
con nuestro Origen Cósmico. Lo estamos sintiendo cada instante más próximo. Podemos
incluso recordar el mismo día en el que partimos. Nuestro Corazón se siente
henchido de gozo. Nos dirigimos hacia nuestro Sagrado Hogar.
(pausa media)
Ante
nuestro Corazón aparecen numerosas luces vibrantes, al principio nos parecen
distantes, casi irreconocibles, pero conforme continuamos adentrándonos en
nuestro Sagrado Origen, las luces se intensifican, toman forma, toman
identidad. Ahora somos capaces de distinguir a cada uno de los Seres que nos
han venido a recibir. Es nuestra Gran Familia Cósmica, son Nuestros Hermanos,
son todos aquellos que algún día nos cruzamos, nos amparamos, crecimos juntos,
nos apoyamos. Son quienes siempre han creído en nosotros.
Tras
este ansiado encuentro, nos abrazamos, formando un hermoso halo que resuena en Todos
los Corazones al unísono. Lloramos de alegría, reímos de gozo. Nos miramos y al
hacerlo podemos ver la Belleza natural de cada Ser. Nos sentimos orgullosos. Lo
hemos conseguido.
En
ese instante alguien nos llama. Es el Gran Maestro Melkizedec. Su mirada nos
abate el Corazón de puro Amor que desprende. Su Sabiduría infinita nos atrapa
como si millares de llamas doradas nos quemaran las entrañas. A su alrededor se
colocan múltiples Jinetes con sus Caballos. Nos encontramos ante la Gran Orden
de los Arquitectos de Luz. Los Templarios. Llegados a este punto de nuestra
evolución, podemos comenzar nuestra andadura como alumnos de la Escuela Melkizedec.
El
Maestro se acerca y alza su mano derecha sugiriéndonos que toquemos su palma. Si
así lo sentimos, lo hacemos. Colocamos nuestra palma sobre la suya y al
hacerlo, sentimos como la Magnanimidad de su Ser, penetra en todas nuestras células,
permitiéndonos sentir el Verdadero Poder, el Poder de la Divinidad. Acabamos de
ser liberados del falso poder que hirió nuestra Alma durante la Vida Atlante.
Nos
quedamos en silencio, sintiendo profundamente este Sagrado momento.
(pausa
larga)
El
Poder con Magnanimidad fluye por todo nuestro Ser, la herida se ha cerrado, el
falso poder ha sido derrotado para siempre, no puede continuar condicionando
nada de lo que a partir de ahora nuestro Corazón anhele. El Maestro y la Orden
se han retirado, pero sentimos que no estamos solos. Alguien se acerca. Nuestro
Caballo relincha lleno de alegría. Está reconociendo a la Gran Dama, a la
Maestra de la Vida. A la Madre que nutre cada ápice de Conciencia con su
alimento. Heneas-Hathor, se coloca ante nosotros. No dice nada, solo nos mira
con auténtico Amor. Alza su mano y con osadía nos toca directamente en el
centro del Corazón, quiere que sintamos el Verdadero Amor de Dios.
Es
tanta la Gratitud que nos invade, que no podemos cesar de darle las gracias. Aprovechamos
esta conexión, para expresarle a la Madre todo aquello que en este preciso
instante siente con intensidad nuestro Corazón. Ella nos escucha atentamente.
(pausa)
Tras
habernos sincerado con la Gran Maestra Heneas-Hathor, estamos en disposición de
dar el siguiente paso. Así se lo hacemos saber. Heneas nos pide que acudamos a
nuestro Hogar, que allí alguien nos está esperando.
Subimos
al Caballo. Cabalgamos de nuevo, buscando ese lugar tan especial en el que se
levanta nuestro Hogar. Lo encontramos. Hay Luz en su interior, una Luz tan
poderosa y penetrante que nos deslumbra la visión. Dejamos por unos momentos el
Caballo y sin más penetramos en el Sagrado Hogar. Una preciosa Dama nos aguarda.
Es Ella. Es la Hathor que nos ha amparado todo este tiempo, mientras nosotros
como Mente, crecíamos, madurando día tras día.
Está
bellísima. Nos miramos. Nos sentimos atrapados por el flujo del Amor Verdadero
fluyendo a través de ambos. Nos abrazamos y así en ese abrazo le recitamos las
siguientes palabras, con la Verdad a flor de piel:
“Ante
mi mirada se abre un Camino cuya profundidad me anima a que lo transite, sin un
ápice de temor. Quiero que vengas conmigo. Pues aquí estoy, Hoy, que sé que he
llegado al auténtico puerto, ese que tanto busqué, sólo por estar rozando tu
piel.
Fui
un Navegante, que trágicamente naufragó, mil y una vez. Agónico te busqué. Eufórico
te encontré y Hoy pletórico me entregaré.
Trazo
mis primeros pasos, sobre una extensa alfombra de hojas secas. Son las hojas
caducas de todos aquellos árboles con los que me crucé durante mi andadura. Olivos,
arces, robles, sicomoros, cerezos, encinas, alcornoques y almendros, fueron
testigos de todos y cada uno de mis lamentos. Las hojas que ahora forman un
entrañable lecho, son pura semejanza, con todo lo sentido en el Firmamento. Es por
ello, por lo que a cada lado del Camino, tú has levantado un juego de flores increíbles,
muchas de ellas, siquiera conozco…
Ahora
puedo decir que vivo alegre, agradecido, eterno…por sentir que estando contigo,
soy cada día el más rico.
Cada
flor que tú pusiste en mi Camino, fue un humilde pensamiento que me condujo a
este insondable paraje de lujo, el que Hoy y Siempre será NUESTRO HOGAR. Aquí me
tienes, completo, auténtico, sin necesidad de nada más que encontrar…”
(pausa)
Somos
testigos presenciales de cómo el Hogar se torna un Sagrado Templo. De cómo Él
es el Arquitecto y de cómo Ella llena el Templo con Toda su Experiencia, esa
que alcanzó tras eones de brindar su existencia a Dios.
Melkizedec
y Heneas se acercan. Nos quieren entregar algo. Abrimos las puertas de nuestro
Corazón a este regalo. Se trata del Sagrado Símbolo de la Belleza de la
Unicidad. Somos testigos de cómo los Maestros nos anclan el símbolo de los tres
anillos divinos, los que portan los nuevos fuegos, la Unicidad de Él y Ella y
la Comunión de TODO el Cosmos. Los códigos de este Arquetipo comienzan a
integrarse en nuestro ADN, podemos sentir el mágico flujo que nos invade y que
provoca que una vibración intensa nos unja de llamas platino. Son las llamas de
la Magia que lentamente resonarán con los grandes magos. Poco a poco, las
llamas se tornan doradas y podremos sentir así mismo la Unicidad con el Logos
Solar.
El
Centro del Corazón Cósmico estalla, un enorme vórtice de Sabiduría ha sido
vertido en TODO el Inconsciente Colectivo. Acabamos de ser partícipes de este
proceso. Por vez primera, podemos sentir como la gran fuerza de La Sabiduría lo
impregna Todo.
(pausa)
La
vital Esencia de La Sabiduría fluye por nuestro Ser Multidimensional. Durante
nuestro Caminar, desprenderemos Poder con Magnanimidad, eso tan Sagrado que no
nos derrotará jamás. No existirá nada que puede vencer a esta cualidad de Poder.
Sentimos la gran alegría que ello representa para Dios. Sentimos la grandeza de
nuestro Corazón. Sentimos al Templario y a la Hathor unidos en ecuanimidad, sabios,
alumnos y maestros. Aprendices de cada nuevo sentimiento, Maestros en Consciencia
con el Amor Divino. La ignorancia del falso poder ha muerto, ahora sólo vive La
Sabiduría anclada fuertemente en nuestro Ser.
(pausa)
La
Sabiduría, lidera. No hay fronteras que nos impidan descubrir una Vida nueva.
La Voluntad fluye a través de este Todo y desde esa Voluntad, descubrimos como
la Obra de la Creación nos impulsa, desde esta novedosa condición.
Hemos
trascendido también el 4º Universo. La Raza Raíz Atlante, muere y finaliza en
nosotros. Miramos al Cielo. La Osa Mayor se muestra espléndida. La Estrella Megrez
comienza a vibrar con incalculable intensidad. La 4ª Estrella se ha encendido.
Podemos verla brillar. Parece que ha crecido. La Sabiduría se ha desvelado,
tenemos Consciencia para expresar lo más Sagrado. Nuestro Corazón estalla de
Dicha. Sentimos como el símbolo del Triple Anillo de la Unicidad nos otorga la
más elevada cualidad de Existir tal cual la propia Divinidad.
Nos
quedamos celebrando esta íntima conexión con los Grandes Maestros de los
Templos. Nos visualizamos montados a Caballo, como Hathor y Templario que han
alcanzado su Hogar y vibran al unísono en su Templo.
Aguardamos
en silencio, sintiendo profundamente este estado de Gracia…
(pausa
larga)
Poco
a poco, regresamos al latido del Corazón del Planeta y de ahí a nuestro
Corazón. Siendo Uno y Todo a la vez, lo que palpita en nuestro interior.
Respiramos
profundamente y conectados con la música, lentamente vamos abriendo los ojos.