9º Encuentro Quorum Osa Mayor
Como Todos recordareis, nos habíamos quedado, cuando el Templario va en busca de su Hathor para iniciar un nuevo proceso. De algún modo, así se da por concluido el 7º Universo, pues es cuando ellos, Él y Ella se encuentran, cuando todo vira a una nueva Vida. Así, el propio Universo da un giro, todo lo que hasta entonces había acaecido, queda en el recuerdo y ahí, en ese lugar en el que sólo existe el sentimiento vivido, vamos a poder madurar todavía más, por un nuevo Camino. Tal y como en este caso, la Hathor procede de la estirpe desencadenada, por el lujo que representa el Diamante de Gaia para todo el Cosmos.
Al
tratarse de una Dama de semejante realeza, es imprescindible que la
describamos, para que así todos podamos verla.
Tal
que una emperatriz, alza su oscura cabellera, en un recogido atado con hilos
dorados, adornados de coloridos pétalos. Largos bucles, se deslizan a cada lado
de su rostro, de facciones precisas, suaves, sinuosas, armónicas. Sus ojos son
la mayor expresión de claridad que podamos imaginar. Son grandes, profundos, de
color indefinido, como si no fueran de este mundo. La sonrisa que muestra, es
la más increíble certeza de la alegría que su Alma expresa.
Se
siente plena y eso es lo que transmite. Para la ocasión, se ha vestido con una
sencilla seda natural, que la envuelve y al mismo tiempo permite que sean
visibles los destellos de Luz que su cuerpo emite. Su Belleza, nada tiene que
ver con su sensualidad, sino con la magia con la que nos lleva a vivir y a
soñar. Su nombre es Iris Dafna y su Templario Shuekoak.
-
Sssshhh!!!! Atentos… Están a punto de
llegar.
(pausa)
Como
cada día acostumbraba a hacer, cogió su libro y ojeó las páginas que había
releído una y otra vez. Quizás creyó que con aquel gesto, las claves que
recogía el misterioso cuaderno, iban a hacerse evidentes a sus Ojos. Nada más
alejado de la realidad. El gesto no le llevó a más que a continuar intentando
descifrar, lo que entre líneas se ocultaba, párrafo por párrafo, con suma
delicadeza y sobre todo con gran responsabilidad.
Revisó
una vez más la última página, un trozo que llamaba poderosamente su atención y
que podría asegurar que lo había releído más de veinte veces, y cada vez que lo
hacía, comprendía algo más sobre la intención de aquel que en su día lo
escribió.
El
texto decía así:
Apuntaba el día, el de esa dulce
mañana que Amanecía en la Playa de La Bahía. La Luz se enaltecía y con ella y
con el Espíritu de La Sabiduría - ese que traía consigo todo aquello que de la
Vida se leería – también aparecía el motivo por el que sólo algunos, a Ella la descubrirían.
Apuntaba hacia una profecía, la misma
que desde antaño intuía lo que a ciencia cierta iba a suceder. La Brisa de La
Bahía traía consigo su propia prisa. Los pétalos que caían no fueron al azar y
las Mariposas que podían distinguirse, fueron las únicas que eligieron no
volver a olvidar, la Belleza que la Vida siempre nos da.
Algo
envolvió el Corazón de aquel lector. Le era familiar aquella Playa en la que el
Sol ya despuntaba. Le sonaba en su interior haber sentido la brisa de la mañana
y de como un buen día, entregó los pétalos de su flor.
Se
detuvo, era incapaz de recordar a la Mariposa y a su volar en plena libertad,
pero era cierto que a la Belleza, jamás la podría olvidar.
Guardó
el libro en su zurrón hecho de pieles de todos los tiempos, el mismo que le dio
su antecesor y calzado con unas alpargatas y el Corazón lleno para experimentar
todo lo nuevo, se puso a caminar, dejando que la aventura lo viniera a buscar.
Todo
estaba preparado para el momento. Él llegaba en su Caballo, el Serafín más
espectacular, que a Dios se le puede brindar.
Pues
el Caballo no es más, que el mágico vehículo que contiene aquello que ambos han
experimentado y así se convierte en el único que contendrá todo lo que Él y
Ella pueden sentir y expresar.
(pausa)
De
repente, alguien fue testigo de una escena, digna de ser mencionada. La escena
se producía en la Playa, en ese mágico enclave donde comienzan todas las
realidades.
Esto
era lo que allí sucedía…
Una
hermosa joven caminaba absorta por la Playa. Siquiera recordaba cómo había
llegado hasta ahí. Sintió la fuerza de la arena húmeda bajo sus pies, eso la
gratificó. Se sentía emocionada. La calidez de la Luz de aquel Sol que se
elevaba, le garantizaba de por Vida la nota de su Corazón. Se dirigió a
observarlo, tal y como lo haría si Él
fuera su Amor. Acarició sus rayos y al hacerlo le pareció sentir a una niña
dentro, que en otros tiempos peinaba al Sol. El Sol vibró. En su vibración
portaba el nombre de aquella Belleza, la misma que en la Estrella Polar tomaría
posesión. Acercó un poderoso rayo hasta su misma oreja y susurrando le dijo:
-
Tu nombre es Iris Dafna.
El
cuerpo de la joven se erizó, lo había escuchado a la perfección. Se dejó
embargar por aquel cúmulo de sentimientos y al hacerlo, algo poderoso llamó su
atención. Parecía que venía del Horizonte del Atkhio. Rápida y sin pensárselo
al Mar se lanzó. Su objetivo aquel Horizonte y Todo su esplendor.
Su
vestido de blanca seda se humedeció, supo entonces que sólo desnuda y sin
cadenas alcanzaría ese lugar donde nacería y volvería a empezar. Sumergiéndose
bajo las aguas del Atkhio, nadó y nadó…
Preciosos
delfines acudieron al amparo de su travesía, rodeándola, vibrando y haciéndole
compañía. Iris Dafna, se sentía dichosa, sabía que algo ocurriría. Nada temía,
de nada dudaba, la intuición era quien la guiaba. Jugó con los delfines y con
unas belugas recién nacidas, bailó con las ballenas, con los cachalotes y con
unas diminutas estrellas. Sentía como los rayos del Sol cruzaban todas las
fronteras y que su calor podía sentirse en la profundidad de aquel azul. No
existía separación. No había abismo, el Fuego del Sol era acogido en el seno de
aquellas Aguas. Se envolvían y se tocaban y con ello creaban Todo lo que en su
día anhelaran.
(pausa)
Un
resplandor espectacular, invadió el azul verde del Mar. Tanto que Iris Dafna
sintió cruzar su Todo a otra Realidad. Desnuda, sin nada que ocultar, comenzó a
caminar por Tierra firme, por un hermoso lugar donde un Aire nuevo llenaba sus
pulmones a voluntad. Al momento dos enviadas la ataviaron con un vestido nuevo,
de múltiples colores, de tantos como contiene el arco iris. Las enviadas le
dieron la Bienvenida al lugar, sonriendo, abrazándola y mostrando la alegría de
sus Corazones, al verla por fin llegar:
-
Iris Dafna, es ahora ésta tu casa. Es este
lugar tu Hogar. Es esta la Tierra que Dios creó para Ti.
La
joven sonrió con esa sonrisa que encandilaba al mismísimo Señor. Sin más
comenzó a descubrir todo aquello que había a su alrededor. Cientos de miles de
Olivos por doquier, fue lo primero que pudo ver.
-
Es un Vergel!!! – exclamó, como si fuera capaz
de reconocer aquel lugar, aun sabiendo que nunca antes había estado allí.
(pausa)
El
trote lejano de un Caballo, se pudo escuchar. Alguien se acercaba. No estaba
sola. Esperó. Siquiera se inquietó por lo que pudiera pasar.
Al
cabo de unos segundos pudo observar como a varios metros - entre el olivar - se
había detenido un jinete para dar de comer a su Caballo. Iris Dafna, no pudo
evitar fijarse en el hermoso alazán. Era purpureo de larga cabellera con un
crin aterciopelado y unos ojos tan enormes y avispados que parecía que de un
momento a otro te iban a hablar. El Caballo se giró de repente en su dirección.
Era como si la hubiera detectado. Iris Dafna le sonrió. Sentía que conocía muy
bien aquel Caballo. Pero eso no podía ser. Era la primera vez que lo veía. El
Caballo relinchó y sin más se acercó hasta Ella. La Dama lo abrazó. Lo besó con
total Amor, hablándole al oído y acariciando su aterciopelado pelaje divino. En
esas se escuchó una voz:
-
Es cierto que eres la Belleza de este
Universo. Te imaginé una y otra vez, pero mi imaginación quedó muy corta ante
la realidad de tu Ser. Soy Shuekoak. Soy ese Sol que rozó tu faz, el mismo que
se involucró en tu experiencia, el que avivó el Fuego de tu Sagrada Esencia, el
que vibró cuando lo tenía que hacer, para alcanzarte a ver – le confesó
poniéndose enfrente de sus admirados Ojos -. Él es Arom – dijo señalando al
Caballo que todavía estaba siendo acariciado por aquellas amorosas manos – Él
es nuestro vehículo, es quien contienen todo lo que hay entre nosotros. Es todo
aquello que fluye para que como UNO alcancemos a vivir lo que soñamos. Él es nuestro
Triunfo.
La
chica no decía nada, sólo sonreía y le miraba con esa mirada penetrante que
tanto embriaga. Con total sencillez, dejó que su mano se deslizara por su tez.
Notó la fortaleza de aquel rostro, pero también notó su sensibilidad. Con los
dedos abiertos a modo de peine, dejó que éstos se deslizaran por el cabello
rubio del jinete. Éste no pudo evitar cerrar sus Ojos y permitirse sentir a la
niña que con su peine, le mostró por vez primera como existe otra forma de
sentir.
Tras
ello, sintió a la Dama, la que en ese momento lo acariciaba y tal y como lo
estaba haciendo una poderosa lágrima resbaló por su rostro. Era una lágrima de
Amor, de Felicidad, de Entrega, de Paz…
(pausa)
Una
cascada verde esmeralda, surgió a la vista de la pareja, tras los cientos de
oliveras. El vergel, era una tierra por descubrir. Parecía que no tuviera
fronteras, que toda entera fuera una muestra del lugar en el que nacería una
nueva tierra. La pareja caminaba en dirección a la cascada. Arom los seguía.
Era enternecedor observar a aquellos jóvenes en el punto exacto en el que
comenzaría un nuevo escalón. Variopintas formas de plantas y otros vegetales,
aparecieron en el camino. Exquisitas extensiones de flores, eran el manto
divino más hermoso que podía verse en aquel Paraíso. La alfombra era la
antesala a un Templo Sagrado, cuya puerta seria alcanzada, tras superar una
larga escalinata.
Shuekoak,
solicitó a Arom que les esperara y mirando a Iris Dafna, le inquirió para que
entraran. La joven ya se había avanzado, tenía muy claro que algo les aguardaba
en el interior del Templo.
Al
alcanzar el umbral, la puerta se abrió. Un sonido de fondo les hizo vibrar el Corazón.
Geminadas columnas y alancetadas arcadas les invitaban a continuar adentrándose
en aquel glorioso Hogar. Al alcanzar el centro, el mismo punto por el que el
Gran Sol en aquel momento hacía acto de presencia, filtrándose a través de la
cúpula acristalada y alcanzando a invadir todo el Hogar, un crepitar, llamó la
atención de los recién llegados. Uno de los poderosos rayos, incidía, señalando
algo que al sentir el calor, parecía reaccionar.
Iris
Dafna, se sorprendió:
-
Oh!!! – exclamó – mira, es un cristal. Es
precioso.
La
joven supo que tenía que cogerlo. Lo llevó consigo para compartirlo con su
Caballero. Mientras ambos observaban el cristal, una voz a sus espaldas, les
habló:
-
Este es el diamante que habéis labrado sin
saberlo. Yo mismo me encargué de forjarlo – les aseguró un esbelto muchacho con
aspecto de hombre sabio.
-
¿Quién eres…? Yo te conozco – le confirmó
Iris Dafna – he visto antes esos Ojos.
-
Eres Él. Eres Arom… ¿me equivoco…? –
preguntó asombrado Shuekoak.
-
Sí, soy Arom, Serafín e Hijo de Dios.
Descubrid que tenéis que hacer con él. No olvidéis que el diamante contiene
toda vuestra Historia, toda vuestra Sabiduría, toda vuestra Perfección y
Belleza.
Iris
Dafna miró con seguridad a su pareja y acto seguido dijo:
-
Creo saber qué es lo que tenemos que hacer.
Siento una gratitud inmensa por el trabajo que has realizado. Sin la presteza
para labrar este cristal, jamás conoceríamos lo que hemos alcanzado a dar.
Gracias por Todo.
Shuekoak
se añadió a ese sentimiento de gratitud, abrazándose con Arom, quien hasta
entonces fuera ese enigmático Caballo que lo condujo hasta el Vergel, donde la
halló a Ella.
Cuando
el Caballero se giró, observó a Iris Dafna dirigiéndose a algún lugar. Una
inmensa puerta que destellaba dorados, esperaba ser abierta. Iris Dafna,
aguardaba ante el umbral. Shuekoak, extrajo una llave que guardaba en su
Corazón, se trataba de la Llave de la Vida, la misma que el Padre le entregó,
antes de su partida. Al colocar la llave en la cerradura, la puerta se abrió,
dejando ver lo que había en el exterior.
(pausa)
Iris
Dafna salió corriendo. Estaba entusiasmada, no se lo podía creer. Un prado, un
riachuelo, árboles frutales, animales, elementales, todos, todos, sonreían y
vivían en auténtica armonía. Corrió a abrazarse con todos, Shuekoak, la siguió.
Aquella era la Tierra que siempre soñó. La misma que a ellos Dios les regaló.
Portaba
en sus manos el Diamante.
-
Vamos, sé lo que tengo que hacer.
Acompáñame.
Shuekoak
la siguió. Cruzaron el Prado hasta el mismo horizonte donde se hallaba El
Bosque. Se adentraron en él y a pocos metros un Gran Manantial de cristalinas
aguas, se abrió ante los Corazones de ambos. Era impresionante. Sin más Ella
brilló de emoción.
-
Es aquí – gritó -. Es aquí donde debemos
lanzar todo lo que somos. Algo ocurrirá.
Shuekoak,
la rodeo con sus brazos, apoyando aquel momento. Así, Ella sin más, cogió el
Diamante y lo lanzó al mismo centro de aquellas poderosas aguas.
Un
estallido de Amor se pudo escuchar por todo el cosmos. El Diamante había
alcanzado el Corazón de la Madre de Todos, la misma que creó esa realidad que
en esos instantes estaba siendo vivida por sus Hijos. Los mismos que la
supieron abrazar.
El
estallido creó pátinas infinitas de luz, cuyo resplandor abarcó todos los
rincones del Universo. Alguien exclamó:
-
Mirad, es la Estrella Polar, es esa, la que
brilla ahora más. Es nuestra guía, es nuestra Verdad.
Mientras
ese desconocido sentía aquello y lo compartía con el resto, numerosos
caminantes raudos se dispusieron a navegar. Los que ya lo habían hecho y se
habían convertido en misioneros, ayudaron a los demás. El Universo al completo
se ungía de una única Verdad y en esa colaboración y entrega, muchos fueron los
que pudieron vivir la Dicha de Iris Dafna y Shuekoak.
(pausa)
Había
Amanecido. Había quedado atrás todo lo vivido. Ya no había más que esperar. La
Sabiduría, la Abundancia y todo aquello que se anhelara, era ahora una
realidad.
Y
allí en el mismo centro de la Estrella Polar, seguían los enamorados,
descubriendo lo que entre ambos podrían alcanzar a crear para la riqueza de
todo el Universo.
Iris
Dafna, no cesaba de observar las mil y una luces que se desprendían de aquel
lugar. Paseaba entre los ricos campos plagados de frutos. Y en ese paseo, un
árbol en concreto llamó poderosamente su atención. Lo sintió Sagrado, tanto
como el resto, sin pensárselo le pidió permiso para comer uno de sus exquisitos
frutos. Eligió el más dulce. Con el fruto en la mano, buscó a su pareja para
que lo compartieran.
A
Shuekoak, lo encontró absorto, pensativo, emocionado por algo.
-
Shuekoak, mira que traigo!!! – exclamó
mostrándole la manzana de aquel árbol.
Shuekoak
sonrió a su chica y mientras ambos comían aquel fruto sagrado, le recitó la
siguiente poesía:
Vergel de Olivos,
cubierto por el
manto divino,
desde esta Estrella
en la que nos conocimos,
y que nunca supimos
muy bien porque.
Cada vez que te
digo al oído,
lo mucho que te quiero
y he querido,
puedo sentir a la
noche
más viva
enloquecer.
Bella marea sin
fronteras,
que revela la
ceguera
de aquel que no
puede ver.
Veo cada día más
cerca,
como se refleja en
tu huella,
este, nuestro Amanecer.
Vergel de Olivos,
por fin, Hoy estamos
vivos,
vivos para volver a
nacer,
para conquistar
aquello
que nunca antes,
conseguimos vencer.
Mágica tu sonrisa,
la misma que
siempre
me hizo enloquecer.
No te escondas más
niña,
haz brillar tu
Dicha,
la que nunca
abandonaste,
para que yo no te
olvidase,
y pudiera
encontrarte,
al regresar a
nuestro Vergel.
Bella marea sin
fronteras,
Bella Dama que ya
no espera,
Bella tu huella
derramada,
Bella siempre, la
más Bella
a quien yo puedo en
mis brazos tener.
Iris
Dafna emocionada, se lanzó a los brazos de su amado, compartiendo dulces
bocados de aquella manzana que el sagrado árbol les regalara. Y así en Amor y
silencio gozaron del sentir de aquel Paraíso, en el que aprender de nuevo a
Vivir.
-
Sshhh!!!! Silencio, es el momento de anclar
nuestras Almas en esta Consciencia. Cada uno a su modo sentirá que está
abrazando ese mundo nuevo. Ahora escuchad la música y al terminad, sentid que
también estáis aquí. Nos vemos muy pronto!!!